Mi primer viaje con la fundación
Chus de la Fuente, directora de Recover
Era una tarde de septiembre y Camerún nos recibía con lluvia. En la oscuridad que precede al atardecer, el contraste de su tierra roja con el verde de la vegetación se reflejaba en los grandes charcos que cubrían el suelo, avisándonos de las sorpresas con las que íbamos a encontrarnos. Al despertar, un paisaje verde aún mojado por la lluvia nos descubría inmersos a las puertas del centro médico. Aunque no era la primera vez que pisaba el continente africano, mis pasos sonaban distintos en la inmensidad de aquel silencio; sin coches, sin motores, tan solo el sonido de mujeres que sacan agua del pozo, niños que se acercan a la escuela…
Poco a poco comienzan a llegar los primeros pacientes, motos primero, a modo de taxi, y aquellos valientes que llegan andando después, a pesar de la lluvia y el barro de la noche anterior. Al ser recibidos en la sala de espera, tras quitarse o limpiar a fondo sus zapatos, una cara amable introduce sus datos en un ordenador. Y es que, desde hace tres meses, el centro médico de Bikop está informatizado y ellos respiran más tranquilos: habrá una copia en caso de que la humedad o la lluvia borre las cartillas, evitando repetir pruebas y analizando mejor los resultados.
Me llama la atención ver tantos niños y tantas mujeres embarazadas. Sin duda alguna, los cuidados prenatales, la formación sobre maternidad, la atención de partos y, por supuesto, las pruebas de VIH para evitar trasmitirlo al bebé forman parte de su rutina diaria. Y nosotros, que presumimos de la conciliación trabajo-familia como un moderno avance de nuestra sociedad, nos sorprendemos al ver cómo una enfermera pasa consulta con su hija de 2 años en la sala. Además, el tiempo allí no parece ser algo que se tenga muy en cuenta, aceptan y esperan con calma su turno, sin prisas, sin enfados ni consultas significativas al reloj. Y, si hace falta, esperan hasta el final del día para que les extraigan un diente. El viaje hasta allí merecerá la pena.
Frente a la atención que reciben en ese pequeño centro, choca la falta de limpieza, de orden e incluso de equipamiento en los centros públicos que visitamos después. Y a mí, sobre todo, me duele la sensación de que el paciente no sea el centro de su actuación, que no le traten con dignidad, que se le exijan precios desmesurados… Me enorgullece ver que, al contrario, los proyectos y equipos que apoya Recover ponen en el centro a las personas, que luchan contra la corrupción y que defienden la formación de los profesionales que soportan estos centros, porque es la única fórmula para ofrecer una sanidad de calidad, que garantice el derecho a la salud que tenemos todos y todas.
Salimos de Camerún cargados de sensaciones, con la idea de que todo ha sido demasiado rápido y con ganas de volver, con caras que se nos han grabado en la retina y personas que nos han agradecido el trabajo de estos años; por el apoyo financiero, por la formación que se les ha ofrecido, por el acompañamiento, por las personas atendidas, por haber confiado en ellos y por el magnífico equipo de personal y voluntarios que ha pasado por allí y que siempre ha dejado buenos recuerdos.
Es un regalo sentir que formamos parte de este proyecto. Ojalá seamos capaces de trasmitir lo vivido y conseguir los apoyos necesarios para lograr todo lo que aún tenemos por hacer. Gracias por estos 10 años de trabajo, ojalá algún día Recover ya no necesite existir.