Por Iván Carabaño, pediatra optimista, profesor, escritor y solidario por naturaleza
Iván Carabaño Aguado se licenció en medicina en 1999 y es jefe de Servicio de Pediatría del Hospital Rey Juan Carlos (Móstoles, Madrid) desde 2012. Ha sido además nombrado «experto» por la Sociedad Iberoamericana de Información Científica, por la Dirección General de Calidad de la Consejería de la CAM y por la Agencia Española de Medicamentos y Productos sanitarios, además de haber recibido el Premio Especial XXV Aniversario Fundación Avedis Donabedian y el 2º Premio Nacional Hospital Optimista. Entre otra larga lista de etcéteras, también es destacable su labor como tutor de residentes de pediatría, entre ellos profesionales africanos becados por la Fundación Recover. Un alma inquieta que no duda en poner su conocimiento y espíritu solidario allá a donde va.
Lactancia materna y África
No te lo voy a ocultar: la primera vez que leí el informe de UNICEF sobre lactancia materna y África me sorprendió tanto que tuve que volver a releerlo en tres, cuatro, cinco, seis ocasiones distintas. En el susodicho se afirmaba que la lactancia materna exclusiva durante 6 meses de vida multiplicaba por cinco las posibilidades de que un lactante-niño pequeño sobreviva en África. El motivo de la sorpresa es que yo daba por sentado que todos (o casi todos) los bebés africanos recibían leche materna durante largos períodos de tiempo. Y no es así.
El personal sanitario becado por mi querida Fundación Recover me lo ha hecho ver. Hay mucho que trabajar en este sentido. Esto me llevó a investigar qué ocurre en África con la lactancia, y me encontré con sorpresas, algunas muy agradables, y otras no tanto. Te expongo a continuación algunas de las cosas que más me llamaron la atención:
- Senegal es un ejemplo de cómo han de hacerse las cosas, sin que medie una férrea normativa al respecto. Allí, las madres se agrupan “instintivamente” en pequeñas comunidades docentes, a través de las cuales las mamás veteranas enseñan a las más jóvenes cómo se ha de proceder con la lactancia materna. Algunas llegan a hacer de “nodrizas” de los lactantes que así lo requieren, por enfermedad o ausencia de las madres biológicas. En su cultura, la solidaridad les sale espontáneamente. Es como si la tuvieran inserta en su ADN.
- En países como Camerún, hay programas de cooperación internacional que están implantando programas de detección de la transmisión del VIH, y se está ejerciendo una espléndida labor divulgativa sobre la importancia de dar el pecho a los recién nacidos. Me llena de orgullo haber contribuido, junto a prestigiosos cocineros como Andrea Tumbarello o Íñigo Urrechu, a la puesta en marcha de este proyecto, a través de un premio que donamos íntegramente a la Fundación Recover. Es muy agradable comprobar que nuestras “Pequerrecetas” hayan servido para que los menores en situación poco favorecida puedan tener la misma suerte que nuestros hijos occidentales.
- Sudáfrica ha tenido importantes progresos en los últimos años, al igual que Kenia. Los últimos registros, aun así, hablan de unas cifras de cumplimiento de la lactancia que se alejan bastante de nuestros números europeos: un 33% de los lactantes sudafricanos recibe lactancia materna exclusiva.
- Queda todavía mucho por hacer al respecto en países como Burkina Faso, Níger o el Chad. En estos países, la inseguridad alimentaria es tal que un alto porcentaje de madres que deciden dar el pecho acaban falleciendo por desnutrición, al no ser capaces de aguantar el desgaste calórico de la lactancia.
- La lactancia en Marruecos está protegida ministerialmente. El propio Ministerio de Sanidad se encarga de velar por la correcta formación en lactancia de los médicos de su sistema sanitario. Eso les ha llevado a alcanzar unas estupendas tasas de cumplimiento de lactancia.
Yo, que soy curioso por naturaleza, considero muy positivo contar con becados de otras culturas. En este sentido, siempre que puedo he aconsejado a jefes de servicio de Pediatría de otros hospitales que aprovechen esta oportunidad de “mestizaje cultural”. Gracias a la Fundación Recover, he tenido la opción de disfrutar de este enriquecimiento interior que, de otra manera no habría podido conseguir. Y es que yo sigo la máxima de Albert Einstein: intento no convertirme en un hombre de éxito, sino en un hombre de valor.