Por Beatriz Rodríguez-Ponga, voluntaria de Pueblos Unidos
«Abdel es de Chad, tiene 22 años, es un chico joven, risueño, tranquilo, educado y con unas ganas de vivir enormes. Sin saber por qué, hace un año empezó a tener unos dolores horribles en las piernas, hasta tal punto que dejó de caminar. Con ganas de comerse el mundo, de estudiar, de crecer, en un país donde, por desgracia, el tener tal discapacidad hace prácticamente imposible hacer otra cosa que no sea estar sentado en una silla en casa.
Se presentó su caso al hospital Buen Samaritano, y este a la Fundación Recover. Cómo son las cosas… su caso fue seleccionado; de entre otros miles de casos como este, en un país donde no hay muletas, no hay sillas de ruedas, no hay aceras. Todo lo que uno piensa que en España está adaptado para personas con discapacidad, allí por existir, no existe ni este concepto.
Sin familia, sin saber a dónde venía, sin conocer España, aquí llegó un 28 de febrero de 2018, y hoy a 2 de octubre, vuelve a su país.
Abdel llegó a España solo, sin familia, sin conocidos aquí. Y se fía de todas y cada una de las personas que hemos estado con él. Creo que nosotros le hemos aportado un poquito de lo que cada uno sabe, pero creo que ha sido realmente él el que nos ha enseñado mucho. A aceptar tal y cómo son las cosas, a no quejarse, a no exigir de las relaciones. Una lección sobre que vivir no es hacer, no es ser productivo, sino vivir es vivir. Estar y ser. Y que hay un Dios que nos quiere mucho más que lo que nosotros podamos imaginarnos. No le importa todo lo que hagamos, sino que seamos. A cada uno, Dios nos dice “estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará”. Pues esta lección me ha dado Abdel sin quererlo.
Han sido meses duros, de hospitales, de cirugías, crisis de dolor, diagnósticos, tratamientos… Una larga lista de celadores, auxiliares, enfermeros, médicos; que han conocido su historia, y que le han conocido a él. Y también largas horas de conversaciones, de tiempo compartido, de risas.
Abdel vuelve a su país con dos caderas nuevas, con diagnóstico y con tratamiento. Con ganas de estar bien, de estudiar y de formarse. Y con una larga lista de nombres de amigos que nos quedamos aquí, rezando por él, y deseando que pueda disfrutar de sus piernas en su país rodeado de toda su familia.
Quiero dar las gracias a la Fundación Recover, a Nery y a Chus; y al Hospital Buen Samaritano. A Pueblos Unidos, a Brígida, y a Seve, por crear hogares. A todos los chicos que han vivido con él. A Camino, a Charlie, a Teresa y a mi familia; gracias, gracias y gracias. Y a todos los que le habéis conocido, y habéis conocido su historia.»