Isabel Hernández López, coordinadora para el sur de Europa de Sage Foundation y voluntaria de Fundación Recover desde hace 10 años como técnica de gestión
Texto recogido por Jacinto Vidarte, voluntario en comunicación de Fundación Recover
Isabel Hernández empezó su historia de voluntariado al mismo tiempo que la Fundación Recover y con ella sigue hasta la fecha. Porque se considera “una persona muy fiel”, confiesa, pero también porque “Recover tiene un modelo de ayudar a los pequeños hospitales para que mejoren hasta conseguir su sostenibilidad y a mí me apetecía ver ese proceso”.
Cuando se habla de voluntariado de gestión, Isabel señala que el primer problema es explicar “qué es eso de la gestión, porque puede ser todo o nada. Es algo un poco etéreo, muy a largo plazo… Muchas veces me he cuestionado qué hacía yo haciendo esto, pero a pesar de todo he seguido yendo todos los años, incluso el año del Ébola”. Para responder a esa pregunta de alguna forma ha querido profundizar en su labor y perseverar. “Es importante crecer como profesional y tener muy claro que esto no es hacer turismo. La gente me cuenta que han estado aquí y allá y yo no, porque durante estos últimos diez años he estado yendo a Camerún”.
Es el voluntariado como compromiso personal. “Todas mis vacaciones las he dedicado a esto y no te cansas de ir siempre al mismo sitio, porque cada año es una aventura nueva y, sobre todo, vas a trabajar mucho, muchísimo, durante todo el día y parte de la noche también”.
La actitud es también una especie de tarjeta de presentación, una fórmula para que la gente tenga confianza en el voluntario. “Cuando te ven trabajar así, se crea una relación de confianza año tras año y haces amigos, eres un poco como de la familia, te abren sus casas… A lo largo de estos años he ido a millones de bodas, de bautizos y de funerales”.
Isabel explica que el voluntariado de gestión, al contrario que el trabajo del personal sanitario, por ejemplo, es más para la propia ONG, en este caso Recover, que para la contraparte sobre el terreno, para la gente, “aunque al final el beneficiario siempre es el mismo, pero no se ve. Tú solo vas allí a preguntar, a ver facturas… eres un auditor”.
El espíritu del voluntario es lo que no cambia nunca. “Hay que tener empatía y muchas ganas. Por eso tal vez hice un postgrado de gestión de hospitales”, explica Isabel, “para que nadie me pudiera preguntar qué hacía allí: ¡pues gestión de hospitales!” Y más tarde, también se hizo auxiliar de enfermería. “Pensé que haría mejor mi trabajo de gestión si entendía lo que es la sanidad a pie de obra”. Finalmente, estudió francés para mejorar la comunicación con la gente de Camerún porque, como ella dice, “me he ido formando para poder dar mucho más, para poder entender a la gente con la bata blanca o sin ella, para entender a las monjas en el despacho… tratar de tener una visión de 360 grados para poder aportar a esta organización, que se dedica a la profesionalización de la gestión sanitaria en países africanos, algo que nadie o casi nadie hace en España como misión específica, pero que es algo que vale la pena”.
Durante estos diez años de trabajo ha habido proyectos especialmente emocionantes. Como fue “ir a Yaundé, a ver qué podíamos hacer con el trocito de terreno que había entre el hospital de San Martín de Porres y la casa de voluntarios. ¡Hace diez años acababan de empezar y ya estaban pensando en expandirse!… Al final, después de diez años, aquello se ha convertido en una gran Maternidad y, a pesar de la lentitud de África, claro que ha valido la pena”.
¿Y qué es lo que queda después de tanto tiempo y tanta dedicación? No es fácil resumirlo. “Como persona he ido aprendiendo qué es el voluntariado: es ir a dar y punto, aunque luego recibes mucho más de lo que das. Desde luego no es turismo: ha habido años en los que no he salido de una habitación, aunque al final, tras tanto tiempo, hay muchas oportunidades y ya te conoces un poco Camerún”.
Isabel Hernández resume su experiencia comparándola con una ‘road movie’. “Una cosa que aprendí con el paso de los años es a no planificar nada en lo personal. Va surgiendo todo como en una película de carretera, las cosas van ocurriendo, vas encontrando personas, vas viendo sitios increíbles… No es nada turístico, son vivencias muy potentes, imposibles de meter en un excel”, concluye, refiriéndose a su instrumento de trabajo por excelencia, tan opuesto a la caótica atmósfera africana que ya ha hecho suya.