Mi primera experiencia en África

Por Myriam de la Fuente, enfermera y alma solidaria

Que el derecho a la salud no sea algo que dependa del lugar en el que naces es el objetivo de Recover, la fundación que me ha dado la oportunidad de vivir esta experiencia única en Camerún que me ha enriquecido enormemente.

Soy enfermera en España, y este verano he tenido la oportunidad de viajar a Camerún con Recover, y visitar sobre el terreno los proyectos que desarrolla allí. Esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre la “forma de ser” enfermera, sobre las facilidades y dificultades que encontramos dependiendo del lugar en el que desarrollas tu trabajo, sobre la humanidad, sobre la atención sanitaria centrada en la persona…

Estos días el concepto de salud y el derecho a la salud de todas las personas se me presentaba constantemente en forma de niño, de mujer embarazada, de enfermo de VIH…

He vuelto con la necesidad de contarlo, de traer hasta Ávila lo que he vivido, lo que he visto sobre su forma de trabajar, de las necesidades que tienen y de cómo una ONG pequeña, poco conocida, está haciendo cosas muy grandes que mejoran el trabajo de muchos profesionales, que mejoran la salud de muchas personas y que dan la posibilidad de vivir o de vivir un poco mejor.

Informatización de la salud en la selva
 
Llegamos a Camerún al anochecer de una tarde lluviosa y lo que me inundaba era el olor a lluvia, a madera, a barro, mientras resbalábamos, subíamos y bajamos por los caminos que nos internaban en la selva sur. Al amanecer descubrimos donde estábamos, Bikop, un poblado en medio de la selva, donde se encuentra el centro médico que dirigen las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús y que trabajan con profesionales locales, enfermeras, administrativos, técnico de laboratorio y celador. Sorprende todo… el centro médico que crece poco a poco, los primeros pacientes que llegan en moto taxi, la escuela maternal a la que se van acercando los pequeños entre 3 y 6 años de la mano con sus batas de colores impecables… y mis zapatos y pantalones se agarran con fuerza al barro rojo…

El trabajo empieza temprano como el día; hay que aprovechar la luz del sol. La sala de espera comienza a llenarse, lentamente, ya que la mayoría de pacientes vienen andando por los caminos inundados de la selva. Primera sorpresa: “la sala de acogida” donde se recibe al paciente tomando los datos e introduciéndolos en el ordenador. Este centro esta informatizado desde hace 3 meses gracias a Recover. Así se evita tener que repetir pruebas frecuentes ya realizadas (como pruebas de VIH o hepatitis). También pueden hacer estadísticas, analizar mejor el seguimiento de los pacientes, evaluar los tratamientos en función de la evolución de los pacientes, etc.

Desde la sala de acogida se va derivando a cada paciente donde necesita; la consulta del médico, la enfermera, la sala de extracciones en el laboratorio… tienen tres salas de hospitalización, una para pediatría, una de hombres y una de mujeres. Tienen un quirófano y una sala de partos. Una trabajadora social atiende a los pacientes de VIH, habla con ellos, revisa cómo llevan el tratamiento, si lo toman o no y les da la medicación que ha mandado el médico hasta la próxima visita. Los niños con VIH tienen aparte un refuerzo de alimentación que consiste en un kilo de leche en polvo, un kilo de azúcar y un kilo de harina que por supuesto compartirán con toda su familia.

Da gusto ver cómo trabajan y cuánto provecho sacan a los pocos recursos… ¡Hasta tienen una unidad de cuidados paliativos domiciliarios! Por desgracia, muchas enfermedades en Camerún se diagnostican cuando ya están demasiado evolucionadas y cuando todo el esfuerzo de los profesionales solo puede dirigirse a proporcionar confort, disminuir los síntomas y apoyar al paciente y a su familia en los últimos días.

Atención a la persona: la escucha
 
El todoterreno nos lleva a Obout; desde hace meses llevo oyendo hablar de Obout y su dispensario… Mi aventura con Recover comenzó cuando se organizó una carrera (100 km en 24 horas) para financiar un quirófano para Obout. Y la verdad es que cuando uno habla de quirófano irremediablemente va unido al concepto de hospital, pero Obout no tiene hospital, tiene un dispensario atendido por un médico argentino, dos enfermeras y auxiliares locales. Tienen muchísimas necesidades de recursos, pero son grandes profesionales, entregados y comprometidos con su pueblo y su trabajo…

Me siento pequeña viendo el trabajo de Caroline, la enfermera a la que tengo el privilegio de acompañar mientras pasa consulta. Hoy el médico no está y quien visita a los enfermos ambulantes y hospitalizados es ella. Aquí las enfermeras hacen de todo, y lo hacen bien. La formación sanitaria en Camerún es buena y completa, lo que faltan son profesionales ya que el acceso a la formación es complejo y la mayoría de las veces corrupto.

Trabajan mucho por observación, exploración y escucha… Caroline escucha mucho a los pacientes, escribe lo necesario en la cartilla individual y manda alguna de las pocas pruebas de las que dispone el dispensario, hace curas, administra medicación, hace educación para la salud… muchas veces alrededor de Carolina esta Elsa, una pequeña de 2 años, hija de otra de las enfermeras, vive aquí, en unas casitas que tiene el dispensario para el personal, así que la disponibilidad del personal es 24 horas. Les pregunté sobre sus turnos de trabajo: “ahora no es momento de librar, es momento de trabajar y sacar el dispensario adelante, ya tendremos tiempo de descansar”.

Nos marchamos de Obout con muchos sueños grandes, enormes… Obout necesita recursos, lo demás (profesionalidad, ganas de trabajar, ilusión, compromiso con los pacientes) lo tienen todo. Necesitan urgentemente una maquina (CD4) para el diagnostico correcto del VIH, una silla de dentista, una maternidad un poco más grande, una sala de extracción de sangre y de otras muestras biológicas, etc. Enorgullece ver que Recover apoya proyectos y equipos que ponen en el centro al paciente, que luchan contra la corrupción y que defienden la formación de calidad de los profesionales que soportan estos centros, porque es la única fórmula para ofrecer una sanidad de calidad, una sanidad que garantice el derecho a la salud que tenemos todos y todas.

Sueños enormes de personas que no se detienen
 
Llegamos a Yaundé y al centro con el que Recover comenzó en Camerún, el Hospital San Martín de Porres… el camino hasta el hospital es muy accidentado, las calles de la capital tampoco están asfaltadas y las siete colinas que rodean al centro de la ciudad convierten los caminos de barro casi intransitables en cuestas imposibles. Parece increíble que algún paciente puede llegar hasta aquí de otra forma que no sea caminando (y eso siempre que no llueva). Pero llegan, y muchos.

El Centro apoyado íntegramente en sus inicios por Recover ha crecido mucho en todos los sentidos, también por la buena fama y por su buen hacer. Actualmente atienden a más de 60.000 pacientes al año. Se encuentra en una fase muy consolidada, tanto a nivel sanitario como de gestión hospitalaria, y es un centro de referencia en el país, lo que ha permitido la implantación de proyectos sanitarios avanzados como campañas de detección de cáncer de cérvix, la Unidad de VIH, la Unidad de Diabetes y la Unidad de Cuidados Paliativos.

Siguen creciendo, siguen soñando… Un nuevo edificio financiado por Manos Unidas crece en la parte de atrás del Hospital. Se quedará pequeño, de eso estoy segura. Ahora buscan financiación urgente para formar a tres médicos en pediatría, ginecología y cirugía.

Humanización de la formación enfermera: el arte de cuidar
 
De nuevo salimos de Yaundé para visitar la costa, en Kribi nos reciben Nuria (enfermera española) y Jordi (arquitecto)… Estos también son increíbles… Soñaron con una escuela de enfermería en Camerún donde humanizar los cuidados, donde formar profesionales centrados en el paciente, y hoy es una realidad de la que ya ha salido la primera promoción enfermera y cuatro promociones de auxiliares. Con ellos visitamos algunos centros médicos públicos o de gestión privada no comprometida. Nos duele mucho la falta de limpieza, de orden, incluso de equipamiento, pero sobre todo nos duele la sensación de que el paciente no es el centro de su actuación, que falta cierto respeto a su dignidad, que se le exigen precios muy elevados.

La escuela de enfermería ya es independiente, ya se autofinancia y los profesores y trabajadores son todos médicos y enfermeras locales. Así que Nuria y Jordi siguen soñando… En unos días abren un nuevo centro, un centro de salud financiado principalmente por Recover. Ya tienen el personal seleccionado: médico, enfermeras, auxiliares, técnicos… todo personal local.
Y ya tienen en mente el próximo proyecto; ¡una maternidad junto al centro médico!
Me gusta hablar con Nuria y Jordi y que nos cuenten como llegaron hasta aquí… su historia de vida es fascinante y creíble, real. Hablamos de nuevas técnicas para curar las úlceras, de factores de crecimiento, de humanizar los cuidados, de que el centro de nuestra profesión es la persona, del arte de cuidar allí donde estés y con los medios de que dispongas. Hablamos también de otras cosas; de la máquina de diagnostico de VIH (el famoso CD4), de ir equipando poco a poco el centro de salud con nuevas cosas, de las necesidades más urgentes para mejorar la salud de las personas.

En estos días he tenido oportunidad de conocer a personas maravillosas, trabajadoras incansables, soñadores activos que hacen posibles estos y otros muchos proyectos que merecen la pena, que trabajan bien y que siguen necesitando nuestro apoyo. Las becas contra la malaria del colegio de Jesús María en Yaundé, el colegio internado de Dominicas de Obout, el hospital Saint Rosaire de Mbalmayo.

De vuelta en Ávila, de vuelta en casa con el cuidado y amor de mis hijos y mi marido, de vuelta al trabajo como enfermera docente con el que disfruto y crezco cada día. De vuelta al café con una amiga, al deporte diario, a la belleza de esta ciudad… noto que he traído de Camerún algo que no se ve, que parece invisible pero que sé que está ahí, debajo de mi piel… y es sólo la primera vez.
 
 
Más sobre la autora

Myriam de la Fuente nació en Madrid un enero de los 70 y estudió enfermería como parte de su vocación de ayuda a los demás. La cooperación y la solidaridad la han acompañado de viaje a Bolivia, Polonia e India y ahora, tras una pausa para cuidar a sus hijos entre las colinas onduladas de Ávila, vuelve a poner sus pasos por el mundo.
Camerún es su primera parada en esta nueva etapa, pero bien sabe que no será la última.